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Nahuel Amaya
Conocido también como el Ermitaño, nació en la República Unida de San Miguel en el año 1635 de Nuestro Señor, y murió con fecha incierta a fines del siglo V a.C., en algún lugar de la Mesopotamia Oriental.
Artista de impecable rigor estético, sus virtudes historietísticas fueron disfrutadas por millones de lectores que accedieron a su extensa producción, traducida a por lo menos diecisiete idiomas.
Entre otros tantos logros gráficos de su prolífica carrera, encontraremos en esta publicación virtual las tiras cómicas “El Señor Calavera” y “El Hombre Cucaracha” (ambas teñidas de un fuerte componente autobiográfico); y la historieta de aventuras por entregas “El Hijo de Puta”, serial semanal mundialmente aclamado que le valió en 1773 el Premio Lucho Avilés a la narración secuencial argentiniana, otorgado en Nottingham el 7 de julio del corriente.
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Pequeño mamífero perteneciente a la familia de los mustélidos, nacido hace poco más de una semana en aguas servidas del Río de la Plata.
No son pocos los misterios que rodean la figura de este controvertido autor, que ha ocupado lugares destacados en todos los anales del arte escritos en los últimos siglos. La principal intriga radica, quizás, en cómo puede ser posible que un animal de tan escuetas dimensiones pueda manejar tan graciosamente un lápiz, un plumín, incluso pinceles, marcadores, y ni hablemos de la computadora, por nombrar sólo las mas esenciales herramientas que requiere el quehacer gráfico.
Indudable es que la pequeña alimaña es sobradamente capaz de tales proezas, como podrán comprobar los atentos lectores cuando se enfrenten a sus sensibles y personales obras de arte aquí publicadas, específicamente las tiras cómicas “Carlos Mal” y “Rra-Rre-Rri-Rro-Rru”, y la fábula cuasi-post apocalíptica intitulada, justamente, Post-Data.
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Federico Grunauer
De nacimiento y muerte no documentados, las pocas reseñas existentes dan escasas precisiones acerca de las virtudes de este autor en cuanto a la narración secuencial se refiere. Varios de sus biógrafos coinciden, sí, en señalar que, abrumado por la complejidad que le suponía abocarse a la tarea de la representación gráfica, se volcó casi por entero al guionado de diversas series, tratando de, según las crónicas, “rodearse de expertos ilustradores para colgarse de sus tetas (sic), y conseguir de esta manera cierto renombre en el campo de la historieta”. Otros autores lo califican, directamente, de “desmañado y demasiado vago para aprender a dibujar”.
Lo cierto es que, a fuerza de quién sabe qué promesas seguramente incumplidas, consiguió que más de un artista talentoso se dispusiera a representar visualmente sus argumentos con razonable éxito, lo que fue sin duda la causa principal para que termine por dedicarse casi exclusivamente a la dramaturgia ya que, según sus propias palabras, “escribir historietas lleva mucho menos tiempo que dibujarlas”.
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